viernes, 13 de junio de 2008

NARRADOR DE CUENTOS

Estaba en el curso de quinto de EGB, cuando ya llevaba algunos libros de cuentos leídos, regalados por mis padres o por mis abuelos maternos. Siempre los comprábamos en la librería Tagore de la villa del castillo Papabellotas. Los leía con interés y me gustaba más leer los textos que las viñetas que acompañaban al cuento. Eso sí, me recreaba con los dibujos.

No sé, ahora mismo por qué, pero mi maestro de quinto, un personaje también algo peculiar, don Fernando; me invitó una tarde (seguro que no tenía previsto nada para los alumnos) a que me acercase a su mesa y contase un cuento al resto de mis compañeros. Me invitó a que me sentase en sus rodillas y mirase a resto de mis compañeros.

- ¡Glub! Tragué saliva.

Yo negarme nunca, ahora, eso sí, colorado como un tomate. En lugar de contar un cuento conocido les contaba los que había leído en mis libros. No se bien si por la novedad o porque los contaba con detenimiento, pero conseguía tener a la clase en silencio escuchándome atentamente. El primer cuento que les conté fue “El hombre de hierro”, después siguieron muchos otros. Casi no faltaba una semana en la que alguna tarde me tocase contar al resto de mis compañeros un cuento nuevo.

Para mí la satisfacción era mayúscula. Me ponía colorado pero el cuento lo contaba entero y me divertía haciéndolo.

Mientras tanto, don Fernando se sonreía y de vez en cuando me interrogaba por algún suceso de la narración para que se lo explicara mejor.
Siempre he pensado que don Fernando veía mi timidez y optó por probarme ante mis compañeros. Además, como detalle de acercamiento y llamaba “apache” haciendo un giro con uno de mis apellidos. No recuerdo que me molestase mucho; seguro que colorado me ponía pero nada más.