viernes, 13 de junio de 2008

INSPIRACIONES

Recuerdo la narración oída de un programa de radio.

Un novel escritor estaba empeñado en escribir una novela de amor con un argumento novedoso, que no recordase en nada a lo habitualmente escrito por otros, como el típico chico conoce a chica, se enamoran y se casan.

Las ideas no llegaban nunca cuando se sentaba frente al folio en blanco; pero tenía la sensación de que las buenas ideas le llegaban en algún momento del día.

Se dio cuenta que éstas aparecían mientras dormía.
Estaba seguro que más de una noche soñó la novela de amor perfecta. Solo que, ya despierto, no recordaba nada de lo soñado.

Desesperado de sufrir repetidas veces el mismo olvido, optó por dejar en la mesilla de noche una libreta y un bolígrafo; con la intención de cuando estuviese soñando ese maravilloso argumento, despertar intencionadamente y plasmar las ideas básicas para después durante el día desarrollarlas y crear esa maravillosa novela.

Al amanecer, despertó con el sueño perfecto, garabateó las ideas en la libreta y siguió durmiendo. Cuando despertó se acercó la libreta para leer lo que había soñado, y leyó:

Chico conoce a chica.
Chico se enamora de chica.
Chico pide la mano de chica para casarse.
Se casan y son felices toda la vida.
¡Se aceptan ideas nuevas!

NARRADOR DE CUENTOS

Estaba en el curso de quinto de EGB, cuando ya llevaba algunos libros de cuentos leídos, regalados por mis padres o por mis abuelos maternos. Siempre los comprábamos en la librería Tagore de la villa del castillo Papabellotas. Los leía con interés y me gustaba más leer los textos que las viñetas que acompañaban al cuento. Eso sí, me recreaba con los dibujos.

No sé, ahora mismo por qué, pero mi maestro de quinto, un personaje también algo peculiar, don Fernando; me invitó una tarde (seguro que no tenía previsto nada para los alumnos) a que me acercase a su mesa y contase un cuento al resto de mis compañeros. Me invitó a que me sentase en sus rodillas y mirase a resto de mis compañeros.

- ¡Glub! Tragué saliva.

Yo negarme nunca, ahora, eso sí, colorado como un tomate. En lugar de contar un cuento conocido les contaba los que había leído en mis libros. No se bien si por la novedad o porque los contaba con detenimiento, pero conseguía tener a la clase en silencio escuchándome atentamente. El primer cuento que les conté fue “El hombre de hierro”, después siguieron muchos otros. Casi no faltaba una semana en la que alguna tarde me tocase contar al resto de mis compañeros un cuento nuevo.

Para mí la satisfacción era mayúscula. Me ponía colorado pero el cuento lo contaba entero y me divertía haciéndolo.

Mientras tanto, don Fernando se sonreía y de vez en cuando me interrogaba por algún suceso de la narración para que se lo explicara mejor.
Siempre he pensado que don Fernando veía mi timidez y optó por probarme ante mis compañeros. Además, como detalle de acercamiento y llamaba “apache” haciendo un giro con uno de mis apellidos. No recuerdo que me molestase mucho; seguro que colorado me ponía pero nada más.

MI MAESTRO DE SEGUNDO DE EGB

A veces, recuerdo a mi profesor de segundo.

Se llamaba, ojala aún se llame (pero lo veo difícil), don Eladio. Natural de Melilla, profesor no, él era nuestro maestro. Nuestro único maestro durante todo el curso. Sólo estuvo un año en el pueblo de la lluvia suave. Pero en mí dejó marcada una huella inolvidable.

Para mí, y creo que para muchos de mis compañeros, era una persona fuera de lo común, de lo establecido como maestro. No utilizaba traje ni corbata. Su modo de andar no era el de un respetable profesor de colegio; él daba zancadas no pasos, parecía un legionario. Además no llevaba el cabello cortado como un señor respetable, no. Llevaba melena y barba.
- ¡Barba! Entonces no me digas más:

- ¡Seguro que es un comunista! Era lo que se rumoreaba.

La duda o/y el desconocimiento siempre han generado rumores. Cuando los rumores tienen como padres a la duda y el desconocimiento, son verdades dudosas.
Si era o no lo era; si era así o “asá”, nunca me lo planteé. Con siete años, ¿cómo podía yo plantearme esas cuestiones? Recuerdo que fumaba y que solía encargar a una niña mayor que nosotros que le trajese un yogurt de aquellos de envase cuadrado y grandísimo, eran los Clesa. Lo que me llamaba la atención mucho, pero mucho mucho, era su deseo de enseñarnos cosas que no venían en el libro del curso.

- Nos ponía discos de Frank Sinatra, de Georges Mustaki; nos explicaba lo que decían las canciones. Nos decía lo mucho que le gustaba esa música. Nos ponía música de Bach, Vivaldi.
- Nos hablaba de los cuadros famosos de un tal Pablo Picasso (estábamos en la dictadura de Franco, por lo tanto, este pintor y muchos otros artistas eran tabú en España).
- Nos hablaba de otros animales que no aparecían en las películas de Tarzán. Nos inculcaba el deber de respetar a los animales y las plantas, cuando en aquella época lo más divertido para los chavales, ya entrados en la pubertad y más mayores aún, era rociar de gasolina el trasero de un pobre perro y verlo como se restregaba desesperadamente contra el suelo hasta que desaparecía lastimosamente.
- Nos advertía de la importancia del aseo personal diario.
- También de la importancia de tomar alimentos sanos y de pedir a nuestras madres yogurt. Por aquella época era un producto que no se consumía mucho en mi casa. Ese alimento se incorporó en mi dieta más tarde y con una ceremonia curiosa, que en otra ocasión contaré.

Yo creo que la admiración de la mayoría de mis compañeros hacia don Eladio era idéntica a la que yo sentía por él.

Es más, cuando salíamos por la tarde del colegio; un buen grupo de alumnos nos esperábamos a acompañarle durante el camino de regreso a la pensión, la casa de la señora Rosario. La imagen era cómica: un grupo de niños de 7 años intentando llevar el ritmo de zancadas que llevaba el maestro. Yo creo que él agradecía la compañía.

Cuando ya me había merendado un buen bocadillo, raro era el día en que no me acercaba a la casa de la señora Rosario como el que juega, mi casa estaba a pocos pasos de la pensión, y casi siempre él me llamaba para preguntarme si había hecho los deberes que nos había mandado (sumas, restas, multiplicaciones y divisiones); como le respondiera que sí, ya estaba pidiéndome que le trajese la libreta para ponerme más. Yo en lugar de ofuscarme, me alegraba del privilegio de tener cerca al maestro que me mandaba otras tareas.

Cuando el curso se acercaba a su fin me vi gratamente sorprendido porque deseaba dar algunos diplomas más de los consabidos 3 establecidos; fui uno de los que recibió uno dibujado por él mismo. Aún lo conservo.

Me dio su dirección en Melilla. Durante un tiempo le estuve enviando alguna que otra carta. El me respondía con postales escritas con su rotulador de color azul y con su peculiar letra.

Aquellos como don Eladio eran maestros auténticos, de los que se recuerda pasado el tiempo con aprecio y cariño.
Como es normal, yo quería ser maestro como don Eladio. El tiempo me deparó algo muy distinto para mí.

LLUVIA DE VERANO MUY SUAVE

En ese mismo instante, el sol comenzaba a perder su posición perpendicular, la gente esperaba resguardada en el frescor de sus casas hasta pasada “la hora de la siesta” (la siesta es algo muy particular de cada durmiente, algunos pueden entablar conversación con Morfeo algo más de una o dos horas, y aún más) para salir a tomar el fresco. El verano era y es bastante sofocante en el pueblo de la lluvia suave, que era como los romanos y, después, los árabes denominaron a la villa.

Algún que otro perro cruzaba el campito de fútbol cercano al colegio del pueblo, intentando encontrar alguna sombra o al menos tumbarse en la parcela de las “pajitas” (así era denominada una parcela de algo más de una fanega, que estaba sembrada de cebada, los chavales nos comíamos, a escondidas, los brotes tiernos de cebada; arrancando las cañas o pajitas conseguíamos llegar a la parte tierna de la planta que se desprendía del cepellón de la planta) rodeado de frescor verde.

De repente, con un sonido sordo y lejano, nuestro personaje comenzó a oír el batido de las aspas de un helicóptero; por aquellos eriales no era normal ver pasar aparatos de este tipo. Volaba bajo y a velocidad más bien baja.

- ¿A qué habrá venido este helicóptero? Se preguntó.

La respuesta no se hizo esperar. Del aparato comenzó a caer papeles. Papeles lanzados por la ventanilla, que sería la del acompañante.

Ocurrió lo que suele ocurrir, lo normal en los chavales: recoger todo aquello que es nuevo y curioso. Y con la ventaja de que él estaba solo en el campito de fútbol y no había nadie más que pudiera arrebatarle aquellas ofrendas lanzadas.

Los papeles, en cuestión, eran postales con imágenes un tanto extrañas para que apareciesen en una postal; soporte idóneo para mostrar paisajes, animalitos vestidos, “Recuerdo de tal pueblo”, etc. Las imágenes que aparecían eran una aceitera (con su aceite) de cristal, un sombrero cordobés, una bailadora flamenca (de traje corto) y, si la memoria no falla, un olivar.

Su satisfacción era enorme, ya que pudo recoger gran cantidad de postales y repetidas un “montón”. Lo normal, estaba nervioso de poder acaparar tal cantidad de postales y ponerlas en orden para mostrárselas a su hermana y a su madre.

Revisando las imágenes, su madre miró el reverso de las postales; y en todas ellas aparecía la misma frase: ¡Consuma aceite de oliva!

Podría parecer algo atípico este mensaje en tierras de olivos. Pero tiempo atrás los entendidos en salud pregonaron por todos los medios de comunicación que el aceite de oliva era menos sano para consumo humano que el aceite de girasol.
Nunca se podrá saber si todo ello fue un montaje de marketing. Es lo más probable. Nuestro personaje recordó como en su casa por esas fechas lo normal era consumir el aceite de girasol para las tostadas, ¡con lo insípido que era!

Tampoco se podrá saber si en aquellos años, de los 70, el precio del aceite de oliva pasó por un período de encarecimiento. Podría ser. Y tras retornar a la normalidad, algunos empresarios vieron positivo el publicitarlo de aquella manera.

Desde luego aquella fue una lluvia de verano muy especial y suave. Las gotas podían almacenarse sin mojar la caja.

Las postales, guardadas en la caja metálica del “cacao” de 5 kg, se perdieron tras varios traslados forzados por el cambio de destino de trabajo del padre.
Pasados los años, aún sigue recordando aquella lluvia de postales.

Mientras vivió en el pueblo de la lluvia suave, este hecho no se volvió a repetir.
¡Quién pudiera recuperar alguna de aquellas gotas de lluvia!

miércoles, 11 de junio de 2008

Ahora que tengo tiempo, la MUS@ no me reconoce.

¿Cómo puede ser posible?
Esta mañana, mientras curraba, mi musa me iba susurrando un rosario de ideas para poder plasmarlas en el blanco de la pantalla.
Lo puedo... ¿jurar?, no... Mejor: lo puedo prometer. Desde el porqué de mi nombre "tremistrocoles" hasta la creación de una serie de apartados o secciones en las que me podría resarcir de este vacío de comunicación con lo desconocido, los desconocidos lectores.

Pero ahora mismo, la musa escucha mi llamada y hace como si fuese la primera vez que entabla conversación con el que suscribe.

También, estaba ilusionado con comentar mi inicio en la escritura "bloguera" (no sé si es correcto) a una serie de avezados conocidos en estas lides. Pero, la verdad; aunque hay alguno de ellos que desean ser leídos y criticados tanto de manera constructiva como destructiva (¡¡masocas!!) me da mucho "apuro" de revelar que leo con avidez sus pinitos tipográficos, creo que ell@s esperan ser leídos por otra especie de lectores más críticos y que les aporten ideas en técnicas de escritura y espresión.

Pero yo los leo con avidez, me divierten sus comentarios y microrrelatos.

Tal y como voy escribiendo lo primero que se me va ocurriendo, voy recordando algo de lo que me susurró mi mus@ esta mañana. Comenzaré, en próximos días, una serie de pensamientos que se me ocurrieron años atrás, pero que están aún de plena actualidad. También quiero obligarme a escribir, al menos, en días alternos (no dispongo de línea en casa), todo lo hago desde un locutorio público. Intentaré compartir mis reflexiones surgidas de la observación de mi entorno más inmediato apoyadas con fotos para reforzar, no cabe duda, la idea universal "una imagen vale más...".
Bueno, estoy es por hoy lo que puedo hacer, ayer no dormí más que UNA HORA. Tareas importantes debidas a mi desorden espacial me obligaron a transformarme en ave rapaz nocturna buscando "la presa" entre el bosque de caos controlado.

Saludos a todos.
Se buenos.

martes, 10 de junio de 2008

Día uno de la era del gasoil más alto (en precio) que mis ideales.

Toc-toc:

Bueno, espero que haya alguien al otro lado del hilo telefónico-adsl.
Hoy me estreno con esta página. En ella espero contar de todo lo que se me pase por la máquina de ideas y protestas. También pondré en práctica mis micro-piruetas como inventor de redacciones, no me atrevo a llamar esta tarea la de narrador o escritor.
¿Por qué?
Pues no es por ver la serie de moda durante las tardes televisivas españolas. No. Ha sido al ver las páginas de más de uno de aquellos que me han confesado sus inquietudes como inventores de historias; y afortunadamente algunos, como avezados padres de criaturas publicadas.
¿Envidia? No.
Sólo ha sido la inevitable tentación de ver cómo podía poner en marcha algo lo más parecido a un blog o página personal.
La verdad, es que el primer crítico que voy ha tener durante las primeras semanas voy a ser yo mismo. No me atrevería, ni por asomo, a invitar a conocidos a ver estos primeros pasos tímidos en estos mundos de blanco sobre negro.
Bueno. Ahora mismo no sé bien como seguir, estoy nervioso con este comienzo. Mañana seguiré.
Saludos a los que estén a otro lado de la pantalla.
Sed buenos.